
Por @Emprendetop, sígueme en Twitter
“Who gave this son of a bitch his Green Card?”. Esta fue la –polémica- frase utilizada por Sean Penn para anunciar que Birdman se alzaba con la estatuilla en la categoría de ‘Mejor película’ en las 87 edición de los Academy Awards –vaya, los Oscars-. Ese ‘hijo de puta’ es el director mejicano Alejandro González Iñárritu, un cineasta trasnochado y de discurso intenso que, sin embargo, demostró a La Academia que la suerte se puede cambiar a base de imaginación y trabajo.
«Nada me entusiasmaba. Ni siquiera trabajar. Sentía que estaba haciendo siempre el mismo proceso, encarándolo todo del mismo modo desde el principio de mi carrera. Cuando estás cómodo con lo que haces, el miedo desaparece y, de alguna forma, te sientes vacío», comentaba el cineasta durante la promo de su último film. Un sentimiento que desapareció cuando se le apareció Birdman, cuyo argumento parece ser una metáfora de la propia historia del mejicano.
Sin ánimo de hacer spoilers, el personaje que interpreta Michael Keaton relata la historia de un actor que debe su –pasadísimo- éxito a una saga de superhéroes a la que había dado vida años atrás y cuya fama le precedía y le perseguía a partes iguales. Hasta que decide superarse y trata de triunfar dirigiendo y protagonizando una obra en el mismísimo Broadway -‘¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?’-. Todo ello, entremezclado con la vorágine neoyorquina y una crítica brutal –y bastante hilarante- del mundillo hollywoodiense y la explosión de las redes sociales.
Argumentos aparte, lo cierto es que la película representa y ensalza el valor de la ‘segunda oportunidad’, de cómo pueden lograrse los objetivos que uno desee simplemente pensando de manera distinta. Iñárritu ideó una historia tan novedosa en la forma como en el fondo: la película es un ilusorio y eterno plano secuencia en el que el mejicano emula lo que solo unos pocos han tratado de lograr en la meca del cine mundial.
«Fue una forma de terapia. Éramos como una banda tocando en vivo. Una sola duda, un solo error y había que tirarlo todo y empezar de nuevo. Era un desafío«, confiesa el último emprendedor del séptimo arte.